Estoy harta: harta de palabras susurradas a la espalda y de sonrisas a la cara, de gente que te da la mano solo para tirarte al suelo, de confiar y que me devuelvan puñaladas. Luego me preguntan que por qué soy tan reservada, ¿acaso no queda claro? Odio darlo todo por alguien, estar ahí día a día y demostrarle que puede contar conmigo para que luego, a la mínima de cambio, me dé la espalda.
He soportado muchas gilipolleces, muchos cambios de humor y muchas borderías sin quejarme, porque entiendo que cada persona es un mundo y no puedo esperar que sea agradable el 100% del tiempo; he sido generosa en ocasiones en las que no tenía por qué hacerlo, he hecho sacrificios sin esperar nada a cambio, y todo eso porque está en mi naturaleza. Mi problema ha sido creer que mis palabras o mis acciones están por encima de los rumores.
Reconozco que no soy perfecta, que puedo llegar a ser insufrible y que tengo mil y una manías y tonterías, pero nadie lo es. Me da igual si alguien habla sobre mí, me conozco lo suficiente para saber qué es verdad y qué no, pero sí que me revientan las personas que me conocen y se creen esas palabras antes que las mías.
Se supone que cuando tienes un amigo en quien confías, por mucho que te puedan decir, siempre lo consultarás primero con él, porque se supone que es lo normal.
No te puedes fiar de lo que te digan por ahí sin más, por muy creíble que suene, porque la gente malinterpreta, cambia el sentido a las palabras e inventa. No digo que siempre sea de mala fe, a veces son pequeñas confusiones, pero no todas, y que alguien dé más valor a esas mentiras que a mi palabra, es algo que me puede. El colmo es cuando se enfadan contigo y ni siquiera te explican qué has hecho/dicho exactamente, es mucho más sencillo acusar sin más, ¿no? Ahí se demuestra la inteligencia y madurez de ciertas personas. Conforme escribo este texto, más rabia me da.
Muchas veces, el que más presume de no dejarse llevar por la opinión ajena es el más influenciable, que se han llevado tantos palos que es más cómodo dudar que creer, incluso de quien le ha demostrado una y otra vez que está a su lado: porque las buenas acciones se amontonan y se olvidan, pero una mala o simplemente una sospecha, pueden mandarlo todo a la mierda.
En definitiva, por una tontería, se pueden perder amistades a las que un día llamaste importantes. Espero que el orgullo sea buen compañero de viaje, porque a más de uno le hará falta; y para despedirme, solo una cosa más: si algo he aprendido estas últimas semanas, es que hay ciertas personas que utilizan el "siempre" muy a la ligera, y que gente que te conoce desde hace menos tiempo sabe más de ti que otras que llevaban aquí más.
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