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Tus pensamientos son lo único que nadie puede arrebatarte, exprésalos con juicio. No te dejes guiar por lo que otros digan o dejen de decir, sé tú mism@, no otra persona.

jueves, 7 de abril de 2011

La historia de Sammy

Era un día normal en la vida de Sammy. Se levantó, desayunó y se duchó, pero al ir a vestirse, pudo ver su reflejo en el espejo: se fijó en las líneas que se marcaban en sus caderas, en la tripa que se insinuaba justo encima, en la forma de sus pequeños senos… y deseó ser otra persona. No se dio cuenta del brillo de su piel tras salir de la ducha, ni en el vibrante color de sus ojos verdes, al igual que tampoco vio la forma en que el pelo se le pegaba al rostro, acentuando sus rasgos y cayendo con suavidad sobre sus hombros.
Esa misma tarde, después de una mañana de clases, recibió la llamada de su mejor amiga Kate. Tras una breve conversación, cogió sus cosas, canceló algunos planes previos y salió del instituto a toda velocidad. Llegó a los veinte minutos para encontrarse con la imagen de Kate sentada en un banco y con los ojos llenos de lágrimas. Soltó la mochilla y corrió a sentarse a su lado, rodeándola con los brazos pero sin decir una palabra; unos cuantos minutos después, Kate empezó a contarle lo que había pasado exactamente.
Desde hacía varios meses, la convivencia con sus padres era cada vez peor: ambos trabajaban durante todo el día y apenas estaban en casa, pero cuando volvían, empezaban las discusiones, y con ellas, venían los gritos, los vasos rotos y los insultos. Parecían haber olvidado que tenían una hija, y lo que se supone que debería ser un lugar para relajarse, se había ido convirtiendo poco a poco en un infierno.
Sammy no sabía qué decir, pensó en su inutilidad a la hora de encontrar una solución a los problemas de su amiga, incapaz de hacer otra cosa que abrazarla y escucharla, intentando consolarla con palabras vacías. No comprendió el valor de su presencia al dejar de lado otros planes para acudir en su ayuda, ni tampoco lo mucho que Kate se tranquilizó al saber que tenía a alguien con quien contar en cualquier momento y con quien descargar su frustración.
Cuando volvió a casa, no pensó en todas las cosas buenas que tenía ni en todas las cosas que había hecho por los demás, solo pudo pensar en lo mucho que despreciaba su aspecto y su forma de ser. Se acostó con una sola pregunta martilleando sus sienes: ¿quién podría querer a alguien como yo?

1 comentario:

  1. Es duro, pero eso pasa muy a menudo... a veces pienso que demasiado...

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