Cada puñalada, cada herida mal cicatrizada, se amontonan una sobre otra y van formando una pared espesa y más difícil de atravesar que antes. Cuando te abres a una persona y te traiciona de algún modo, deja un hueco que con el tiempo cura, pero que no termina de cerrar del todo.
Ya casi nunca escribo porque el cúmulo de emociones que guardo es cada vez mayor y me tapona, me frena, impide que pueda expresarme como a mí me gustaría, y al no poder desahogarme, sigue aumentando. Es la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso que no tiene ya principio ni se ve el final.
La música es la única que me ha demostrado que sigue ahí esté como esté, que cambia de humor conmigo para luego volver a animarme cuando lo necesito, que se entrega tal y como es, sin dobleces. Creo que lo que busco es una mujer con el alma de la música: siempre libre y sincera, pero capaz de entregarse a ti por completo si sabes escucharla de verdad.
Irónicamente, lo que más anhelo es lo que más miedo me da, porque, ¿y si aparece esa persona y no soy capaz de verlo? ¿Y si mi miedo es tan grande que no puedo ver más allá de él? ¿La perdería para siempre o regresaría a mí? Es la misma batalla de siempre contra mí misma, y por ahora, no me gusta la parte que va ganando, pero estoy tan cansada que no me interesa luchar contra ella, no por ahora, al menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario