Cenizas y ascuas

Creí haberla apagado... creía que por fin había conseguido eliminar su brillo, pero me equivocaba...

Ni el viento más fuerte, ni el agua más fría han logrado erradicar esta maldita llama que se extiende por mi interior.

Sentimientos encontrados: la odio, pero la quiero al mismo tiempo; deseo su fin y a la vez que no termine nunca, y aún así, hago todo lo posible por deshacerme de ella.

Su luz me resulta escurridiza, me engaña con su titileo, haciéndome creer que ése es su último aliento, mas es como el ave fénix, que resurge de sus cenizas en un ciclo eterno.

Ingenua de mí, por creer que la tortura había terminado, por creerme libre de estas cadenas que se hunden en mi carne igual que garras, y por creer que alcanzaría la dicha de sentirme al fin yo misma.

La historia cuenta que el Pájaro azul de la Felicidad, tras tanto camino recorrido en su busca, estaba en el mismo sitio donde empezaron su odisea, y yo me pregunto, ¿a dónde ha ido ese pájaro? ¿estuvo a mi lado alguna vez? Creo que hace tiempo que voló sin que yo me diera cuenta, tal vez esté ahora con alguna otra persona, dándole lo que en justicia me pertenece; no obstante, esta llama que arde impasible en mi pecho, prende fuego sin quererlo al resto de mi ser, y hace que emociones tan apagadas como la esperanza, recuperen algo de su antiguo calor y vuelvan a girar mis engranajes.

Si me lees, pequeño pajarillo, que sepas que aún no me he rendido, y espero anhelante tu vuelta a casa, a donde pertences.